Vida de crew, por Camila Desiree, tripulante de MSC Cruceros

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“Por momentos, se produce un silencio, una pequeña reflexión, de esas que duran milésimas de segundo.

Miro por casi imperceptibles segundos dentro de mi… tomo aire, y respondo, pero solo después de haber buscado en mi GPS interior, puedo saber con certeza, que contestar.

¿De donde eres?… Y ahí… La pregunta más difícil de contestar que me pueden hacer.

Navego desde hace cuatro años, tampoco es mucho, claro, pero tampoco es poco.

Es el tiempo suficiente, para haber conocido, gracias a mi trabajo, un incontable número de huéspedes (4300 por semana). Varios tripulantes  (alrededor de 1500, y tengo cinco contratos, teniendo en cuenta que casi todas las semanas alguno se iba y otro subía; Y eso sin contar que es inevitable que uno no se vea con todos), alguna que otra persona que trabaja en el puerto del día, y algún alma de la cual uno siempre  se hace amigo por la calle.

Tiempo suficiente para que cada una de esas personas, las que conocí a fondo. o las que solo les brinde una cálida sonrisa, me dejen algún recuerdito en el corazón.

Desde aquella huésped que recuerdo, muy mayor, pero con una mirada tan penetrada entre tristeza y ganas de vivir la vida. Me contó de su difícil matrimonio, y de su ahora, vida de viuda, la cual disfrutaba, como si estuviese cada vez viviendo el último minuto.

Aquella mujer, de unos 40 y largos años, la cual se fue diciéndome “Eres la hija que nunca tuve”, sin poder evitar llorar.

Aquel grupo de niños, que quise tanto aquella semana como a mis sobrinos, un grupo de 4 primos, que me hacían soltar unas carcajadas de las que terminas con dolor de barriga. Reír con los niños, hasta volverte uno de ellos, es para mi, algo impagable.

Los repetidores, que van al barco siendo “caras conocidas”, a los cuales llegas a adoptar como parte de la tripulación, y que cada vez que vienen, invaden el barco con una energía que renueva, como esa que trae la lluvia después de un día de calor.

Algo parecido pasa cuando la familia de algún tripulante viene a bordo, en el ambiente se respira “familia” (más de lo normal), y cuando finalmente los conocemos, sin dudarlo ni por un segundo, sin pensar en sus reacciones, les damos un beso, un abrazo cálido y un “bienvenidos a bordo”, como si fuese parte de nuestra familia.

Otro lugar, que se vuelve por horas nuestro refugio, es cuando encontramos un puerto o un bar con buen internet.

Hay un desfile de nacionalidades que da para ver, cada uno mirando fijamente su pantalla, con la ilusión de que en casa haya alguien online para hablar con nosotros, “Bendito internet gratis”, que lindo es sentirse cerca de los nuestros.

Es por eso, que cuando me preguntan de donde soy, de verdad que no sé que contestar. Porque yo pienso, que uno no es de donde nace, uno es, de donde está su corazón, y mi corazón está tan dividido, que no entiende de razas, idiomas, continentes, ni distancias.

Ser tripulante me da la satisfacción de estudiar la carrera mas difícil, la tolerancia.

Y me da la cosa más hermosa de todas, “El Mundo”.

Camila Desiree.”

 

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