Recolectar verduras de un huerto, ver cómo se alimenta a los animales o fabricar jabones con productos del lugar son algunas de las propuestas que el agroturismo ofrece a los visitantes.
Sin embargo, este verano los alojamientos han visto cómo gran parte de su clientela ha decidido ir a la playa o ha cancelado su reserva por los rebrotes o el miedo a contagios de coronavirus.
El alojamiento Mas Vilar, ubicado en el Parque Natural del Montseny, compagina el hospedaje con vistas al conocimiento del día a día en una pequeña granja que cuenta con gallinas, una oca, cuatro burros y perros, y que esperan acompañar de un huerto en el futuro.
“No somos de esas casas que tienen muchísimos animales. Tenemos animales que ofrecen algo. Las gallinas ofrecen huevos, los burros mantienen el campo limpio… Y si además a la gente le gusta y lo disfruta y tiene el contacto con la naturaleza…”, explica a Efeagro la propietaria de la masía, Noemí Ricós.
Defiende el valor de esta oferta, ya que es una opción de ocio no masificada y que ofrece la oportunidad de tener trato directo con las personas con las que trabajan.
El contacto directo también es con los productos de la tierra, ya que las recetas que ofrecen están elaboradas con productos locales, un aspecto que Ricós pide que se valore, ya que es una misión más complicada que si compraran marcas más comerciales pero que genera un vínculo local con el resto de los emprendedores de la zona.
Sin embargo, les han llovido las cancelaciones de reservas por contagios.
En Agroturismo El Capriolo, un establecimiento en plena Sierra Norte de Madrid, además de ofrecer alojamientos de alquiler íntegro, proponen paseos en burro, sendas por la naturaleza, un huerto de agricultura ecológica y conocer las prácticas ganaderas en una granja extensiva de ganado charolés, entre otras actividades.
El gerente del alojamiento, Jaime Alonso Carretero, señala a Efeagro que no ve en estas actividades un determinante para recibir clientela, pero sí una condición que garantiza una mejor experiencia a los viajeros.
“Hay gente que quiere estar a gusto y ya, pero tiene pinta que la gente quiere algo más. Ir allí sin más no te aporta nada, pero si conoces a alguien del lugar y te cuenta lo que hay, ya tiene otro aliciente”, afirma.
A su juicio, los viajeros están más interesados en el medio rural y el producto local pero insiste en que es una realidad que no tendría que olvidarse, aunque no se impusieran restricciones a la movilidad.
Carretero cree que con la pérdida del rural viene una pérdida de cultura, dejan de celebrarse festividades y se olvida el conocimiento popular, así como los recursos, ya que si el campo no está cuidado puede llevar a incendios y a perder el patrimonio natural.
En su caso, comenta que su clientela ha huido a la playa.
Casa Martín, en Fondos de Vega, municipio de Degaña (Principado de Asturias), une hospedaje y oferta apícola, de modo que muestra cómo son las colmenas, el envasado de la miel o la producción de mermeladas. Y también descubrir el ganado caprino y cómo elaboran queso.
El gerente del alojamiento, Óscar Castaño, subraya que cuando comenzaron su negocio, hace cerca de 15 años, la zona estaba prácticamente olvidada por el turismo rural, pero la oferta fue aumentando con los años.
“Antes la gente venía un par de días y en un fin de semana ya lo veía. A día de hoy hay más actividades y pueden estar 15 días y hacer una cosa distinta”, remarca.
Las oportunidades para realizar actividades en turismo rural son infinitas pero no son garantía de éxito en pandemia, pero las fuentes han detectado una bajada del interés por el rural este verano.
Por eso, esperan que avance la vacunación y que este descubrimiento del rural en pandemia pueda mantenerse a futuro y no se quede en el olvido como una moda pasajera.